domingo, 16 de marzo de 2014

Glenn Greenwald (First Look Media) y Bill Keller (New York Times) Debaten Sobre Periodismo - 1ª Parte

Bill Keller, ex director y columnista de New York Times, publicó en octubre de 2013 un interesante intercambio privado de emails con Glenn Geenwald en el que se enfrentan dos formas opuestas de entender el periodismo.

Greenwald dice que los periodistas, por mucho que quieran, no pueden abstraerse de su subjetividad y deberían aceptarla y reflejarla con honestidad siempre y cuando los hechos presentados sean contrastados y verdaderos. "Todo periodismo es subjetivo y una forma de activismo, incluso si se intenta pretender que no es así"

Keller defiende el periodismo clásico, la separación entre información y opinión, la presentación aséptica de los hechos, que los hechos hablen por sí mismos...

Un par de meses después Rosario G. Gómez analizaba y contextualizaba este debate en El Pais.


¿Es Glenn Greenwald el Futuro del Periodismo?
Bill Keller, New York Times, 27 Octubre 2013


Querido Glenn

    Hemos llegado al periodismo desde diferentes tradiciones. He pasado mi vida trabajando en diarios que ponen énfasis en un periodismo agresivo, pero imparcial, donde esperan que periodistas y editores guarden sus opiniones para sí mismos, a no ser que, como yo,  se trasladen a páginas claramente identificadas como de opinión. Tú vienes de una tradición más activista -primero como abogado, luego como bloguero y columnista, y pronto como parte de un nuevo proyecto periodístico financiado por el fundador de eBay Pierre Omidyar. Tus escritos parten de un punto  de vista claramente identificado.

    El crítico de medios de comunicación Jack Shafer publicó una entrada este verano en la que celebraba la tradición del periodismo partidario -”De Tom Paine a Glenn Greenwald”- y lo contrastaba con lo que llamaba “el ideal corporativista.” No explicaba el término, pero no creo que tuviese buena intención. Henry Farrell, que escribe en un blog para el Washington Post, dijo recientemente que publicaciones como el New York Times y The Guardian “mantienen relaciones con gobiernos que les ponen nerviosos a la hora de publicar (y en consecuencia validar) ciertos tipos de información”, y sugería que tu nuevo proyecto con Omidyar representaría una escapada muy bienvenida de esas relaciones.

    Yo admiro mucho la historia de los periodistas cruzados en Estados Unidos, desde los panfletistas a los aireadores de escándalos (muckrakers), el Nuevo Periodismo de los 60 o lo mejor de los blogueros activistas de hoy. En su mejor momento, su fuerza y su pasión han estimulado auténticas reformas (a menudo, como en la Era Progresista, gracias a las “relaciones de los periodistas con los gobiernos”). Espero que tu cobertura de la vigilancia hiperactiva de la NSA traiga una depuración de responsabilidades largo tiempo esperada.

    Pero el tipo de periodismo que The Times y otros medios de comunicación practican -en su mejor momento- incluye mucho de lo que sentirse orgulloso también: revelaciones sobre el Watergate, la tortura y las prisiones secretas, actividades ilícitas de la industria financiera e incluso algunas revelaciones pre-Snowden sobre el abuso de autoridad de la NSA. Estos son algunos ejemplos que vienen a la mente, pero encontrarás ejemplos casi a diario. Los periodistas de esta tradición tienen opiniones de sobra, pero al ponerlas de lado para centrarse en los hechos -como se supone que debe hacer un juez poniendo de lado sus prejuicios para seguir  la ley y las pruebas- producen a menudo resultados que son más sustanciales y más creíbles. La prensa prevalente ha tenido sus fallos -episodios de credulidad, falsas equivalencias, sensacionalismo o inatención, por lo cual ya he recibido los debidos azotes. Dirás, supongo, que no los suficientes, asi que te paso el látigo.

Querido Bill

    No hay duda de que hay periodistas en los principales medios de comunicación, incluido el New York Times, que han producido un soberbio periodismo en el último par de décadas. No creo que nadie sostenga que lo que se ha convertido (hace bastante poco) en el modelo estandar de periodista -esconder tu visión subjetiva o lo que parece ser “opinión”- excluya el buen periodismo.

    Pero este modelo también ha producido mucho periodismo atroz y algunos hábitos tóxicos que estan debilitando la profesión. Un periodista al que le petrifica expresar cualquier opinión se mantendrá alejado de frases declarativas sobre lo que es cierto, optando en cambio por la cobarde e inútil fórmula del esto-es-lo-que-ambas-partes-dicen-y-no-resolveré-conflictos. Esto da pábulo a la falta de honestidad por parte de funcionarios y directivos que saben que pueden confiar en periodistas “objetivos” para amplificar sus falsedades sin ser cuestionadas (por ejemplo, el periodismo se reduce a “X dice Y” en vez de “X dice Y y es falso”

    Peor todavía es que esta sofocante limitación sobre la forma en que los periodistas pueden expresarse produce un forma autoneutralizante de periodismo que es tan inefectiva como aburrida. No llamar “tortura” a la tortura porque funcionarios del gobierno piden que se use un eufemismo mas placentero, o equiparando una afirmacion demostradamente verdadera con otra demostradamente falsa, priva al periodismo de su pasión, su energía, su vitalidad y su alma.

    Lo peor de todo es que este modelo descansa sobre una falsa arrogancia. Los seres humanos no son máquinas objetivas. Todos percibimos y procesamos el mundo a través de prismas subjetivos. ¿Dónde esta el valor de pretender lo contrario?

    La distinción relevante no es entre periodistas con opiniones y periodistas sin ellas, porque esta última categoría es mitica. La distinción relevante es entre aquellos periodistas que divulgan honestamente su visión subjetiva y valores políticos y aquellos que sin honestidad pretenden que no las tienen o las ocultan a sus lectores.

    Y todavía mas, todo periodismo es una forma de activismo. Toda elección periodística parte necesariamente de supuestos altamente subjetivos -culturales, políticos o nacionalistas- y sirve a los intereses de una u otra facción. Jack Goldsmith, un exabogado del Departamento de Justicia de Bush, felicitaba en 2011 “el patriotismo de la prensa estadounidense”, queriendo decir su lealtad a la protección de los intereses y políticas del gobierno estadounidense. Eso puede ser - o no- algo noble, pero definitivamente no es objetivo: es bastante subjetivo y clásicamente “activista.”

    Pero al final, la única métrica real del periodismo que debería importar es la precisión y la fiabilidad. Yo personalmente creo que mostrar honestamente tus valores subjetivos en vez de esconderlos hace del periodismo algo más honesto y fiable. Pero no hay periodismo -desde el mas estilisticamente “objetivo” al mas descaradamente “opinionado”- que tenga valor alguno mientras no esté basado en hechos, evidencias y datos verificables. La afirmación de que los periodistas abiertamente opinadores no pueden hacer buen periodismo es tan inválida como la afirmación de que el tipo artificioso de periodismo libre de perspectiva tampoco puede.

Querido Glenn

    Yo no lo veo como periodistas que pretenden no tener opiniones. Lo veo como periodistas, como una disciplina profesional, que aparca sus opiniones y deja que la evidencia hable por sí misma. E importa que esto no sea sólo un ejercicio individual sino una disciplina institucional, con editores que tienen la función de cuestionar a los escritores que no han puesto suficiente atención a hechos contradictorios o argumentos que los lectores querrían conocer.

    La cuestión es que, una vez que has expuesto públicamente tus “supuestos subjetivos y valores políticos” es cuestión de naturaleza humana querer defenderlos, y resulta tentador omitir o minimizar hechos, o contextualizar el argumento en línea con tu punto de vista. Y algunos lectores, sabiendo que escribes desde la izquierda o la derecha, verán tu periodismo con justificadas sospechas. Por supuesto, pueden sospechar de igual manera -descartando cualquier cosa que leen porque aparece en el New York Time que es “liberal”- pero creo que la mayoría de los lectores confía más en nosotros porque sienten que hemos trabajado con la debida diligencia, no simplemente presentando el caso. (En una ocasión vi una investigación en la que se preguntaba a los lectores del Times si veían al diario como “liberal”. Una mayoría dijo que sí. Luego se preguntaba si era “justo”. Una mayoría mayor dijo que sí. Supongo que puedo vivir con eso).

    Ahora trabajo en el ámbito de la opinión, pero como periodista de noticias y editor, definía mi trabajo no como alguien que cuenta a los lectores lo que piensa, o que les dice lo que deberían pensar, sino contándoles lo que necesitan saber para decidir por sí mismos. Tienes razón, por supuesto, que en ocasiones los resultados de ese proceso no son tan estimulantes como una apasionada polémica. A veces el juego limpio se convierte en falsa equivalencia, o parece eufemismo. Pero es simplista decir, por ejemplo, que no usar la palabra “tortura” es fallar en una prueba de coraje, u ocultar el mal. Por supuesto considero el waterboarding como tortura. Pero si un periodista me da una vívida descripción de lo que es waterboarding, da una larga lista de regímenes monstruosos que lo han usado, y luego expone el debate sobre si viola algún estatuto específico o acuerdo internacional, no me importa si usa o no la palabra. Estoy contento -y bien equipado- para sacar mi propia conclusión.

    Si Jack Goldsmith, el exabogado de la administración Bush, felicitó a la prensa por, en tus palabras, “su lealtad a la protección de los intereses y políticas del gobierno estadounidense”, entonces estaria en total desacuerdo con él. Hemos publicado numerosas historias que cuestionaban las políticas e intereses declarados del gobierno estadounidense. Pero eso no es exactamente lo que Jack Goldsmith decía. Dice que The Times y otras grandes organizaciones de prensa consideran seriamente los argumentos sobre el daño potencial a la seguridad nacional de las publicaciones -esto es, pueden hacer que alguien muera. Eso es cierto. Escuchamos respetuosamente esas afirmaciones, y luego tomamos nuestra propia decisión. Si no nos convence, lo publicamos, en ocasiones por encima de fieras objeciones del gobierno. Si nos convence, esperamos, u omitimos detalles. La primera vez que me enfrenté a una decisión semejante fue en 1997 cuando era editor extranjero, y un periodista se enteró de una disputa entre Rusia y Georgia, la antigua república soviética, sobre lo que hacer con un lote de uranio altamente enriquecido abandonado tras la ruptura de la Unión Soviética. La disputa era una noticia interesante. Pero cuando el periodista hizo averiguaciones, resultó que el material carecía completamente de seguridad, estaba al alcance de cualquier terrorista interesado en construir una bomba sucia. Nos pidieron que detuviésemos la publicación hasta que el material estuviese a salvo con vallado, y eso hicimos. No fue una llamada dura.

    Entonces, ¿cuál sería tu postura ante la publicación de información que algunos dirían que pone en peligro la seguridad nacional? (Me doy cuenta de que esta no es una pregunta totalmente hipotética) ¿Les permitirías al menos presentar el  caso?

Querido Bill

    ¿Por qué los periodistas que ocultan sus opiniones estarían menos tentados por su naturaleza humana a manipular sus escritos que aquellos que son honestos con sus opiniones? Ocultar el  punto de vista, si da algo al periodista, es más latitud para manipular porque el lector no es consciente de su visión y es por ello incapaz de tenerla en cuenta.

    Por ejemplo, no supe hasta bastante después que el corresponsal del Times John Burns tenía una visión bastante favorable al ataque de Iraq. No sólo admitió en 2010 y 2011 que no fue capaz de anticipar la inmensa carnicería y destrucción que desencadenaría la invasión sino que veía a los soldados estadounidenses invasores como “ángeles pastores” y “liberadores”. ¿Le hace esto activista más que periodista? No lo creo. Pero como lector, realmente hubiese deseado conocer su punto de vista oculto cuando escribía sobre la guerra para poder tenerlo en cuenta.

    Creo que es muy dificil sostener que el tono ostensiblemente “objetivo” que exigen los grandes medios es lo que construye la confianza del público, teniendo en cuenta la muy baja estima que el público tiene por estas instituciones mediáticas. El colapso de la credibilidad de los medios surge, mucho más que por la preocupacion por su sesgo ideológico, por cosas como ayudar al gobierno a diseminar falsedades que llevaron a la Guerra de Iraq y, más genéricamente, la flagrante sumisión al poder político: patologías exacerbadas por la prohibición periodística a realizar afirmaciones claras y declarativas sobre palabras y acciones de servidores públicos por miedo a ser acusado de parcial.

    Sobre tener en cuenta el peligro que corren vidas inocentes a la hora de publicar: nadie discute que los periodistas deberían hacer esto. Pero no doy mas peso a la vida de inocentes estadounidenses que a la de no estadounidenses, ni tampoco sentiría una lealtad especial hacia el gobierno estadounidense respecto a otros gobiernos cuando decido qué publicar. Cuando Goldsmith alababa el “patriotismo” de la prensa estadounidense, quería decir que los medios estadounidenses muestran una lealtad especial a los puntos de vista y los intereses del gobierno estadounidense.

    Uno puede argumentar, supongo, que así es como debe ser. Pero sea lo que sea esa mentalidad, ciertamente no es “objetiva”. Es nacionalista, subjetiva y activista, lo cual es mi argumento principal: todo periodismo es subjetivo y una forma de activismo incluso si se intenta pretender que no es así.

    No tengo objeción al proceso por el cual se permite a la Casa Blanca hacer aportaciones antes de publicar secretos delicados.

    Wikileaks, partidarios de la transparencia radical, buscó el consejo de la Casa Blanca antes de publicar los partes de guerra de Iraq y Afganistan, pero la Casa Blanca se negó a responder, luego tuvo la temeridad de criticarles por publicar material que debía ser retenido. Ese proceso previo a la publicación es algo sensato tanto periodísticamente (los periodistas deben conseguir tanta información relevante como puedan antes de tomar la decisión de publicar) como legalmente (cualquier abogado versado en la Ley de Espionaje dirá que esas consultas pueden ayudar a probar intención periodística a la hora de publicar semejante material). Para toda la cobertura de la NSA que he hecho, no sólo en The Guardian sino en organizaciones de prensa de todo el mundo, la Casa Blanca fue informada por los editores antes de la publicación (aunque en la inmensa mayoría de los casos sus peticiones para suprimir la información fueron desestimadas debido a la falta de razones específicas a favor de la supresión)

    Mi objeción no es a ese proceso en sí, sino a ocasiones específicas en las que conduce a la supresión de información que debería ser pública. Sin mala intención, creo que la decisión del Times de retener en 2004 la historia de Risen/Lichtblau sobre la NSA a petición de la Casa Blanca de Bush fue una de las más egregias de esas ocasiones, pero hay muchas más.

    En esencia, veo el valor del periodismo en una doble misión: dar al público información precisa y vital, y su habilidad única para proveer un control verdaderamente antagonista sobre aquellos en el poder. Veo cualquier regla no escrita que interfiera con cualquiera de esas puntas de lanza como antitética respecto al periodismo real y debe ser desestimada.

Querido Glenn

    “Nacionalista”, tu palabra para la “mentalidad” de la prensa estadounidense, es una etiqueta que lleva cierta carga desagradable. Es el lado oscuro de la (igualmente fácil) “patriótica”. Sugiere lealtad ciega y chovinismo. Supongo que no la usas casualmente. Y no puedo casualmente dejarla en pie.

    El New York Times es global a nivel de noticias (31 oficinas fuera de Estados Unidos), plantilla (de entrada, nuestro jefe ejecutivo es británico) y especialmente su audiencia. Pero es, desde sus raices, una empresa estadounidense. Esa identidad viene como con beneficios y obligaciones. Los beneficios incluyen una constitución y una cultura que, comparados con el resto del mundo, favorece la libertad de prensa. (Esa es la razón por la que tus editores en The Guardian han buscado colaborar con nosotros en proyectos delicados, buscando refugio bajo nuestra Primera Enmienda de la Ley de Secretos Oficiales británica.) Las obligaciones incluyen, sobre todo, hacer responsable al gobierno cuando viola nuestras leyes, traiciona nuestros valores o no es capaz de atenerse a sus responsabilidades. Hemos dedicado una energía periodística considerable a exponer la corrupción y la opresión en otros paises, pero la responsabilidad comienza en casa.

    Como cualquier empresa gestionada por seres humanos, la nuestra es imperfecta, y en ocasiones decepcionamos. Críticos de la izquierda, incluido tu, se indignaron cuando supieron que retuvimos la historia del espionaje de la NSA durante más de un año, hasta que estuve satisfecho al ver que el interes público tenía más peso que el daño potencial a la seguridad nacional. Los críticos de la derecha estaban incluso más furiosos cuando finalemente lo publicamos en 2005. La gente honorable puede estar en desacuerdo con esas decisiones, publicar o no publicar. Pero esas decisiones son el resultado de largos y duros cálculos independientes, de sopesar riesgos y responsabilidades, no “lealtad al gobierno estadounidense.”

    Por cierto, ya que mencionas Wikileaks, una de nuestras principales preocupaciones a la hora de transformar esos documentos en noticias en 2010 era evitar poner en peligro a informantes inocentes, no estadounidenses, sino disidentes, académicos, activistas de derechos humanos o civiles ordinarios cuyos nombres aparecían en cables clasificados de puestos extranjeros. La actitud de Wikileaks fue de una insensible indiferencia. Según David Leigh, el principal inestigador de The Guardian en aquella historia, Julian Assange dijo: “si les matan, lo tenían merecido” (Assange niega haber dicho esto, pero David Leigh tiene un historial que le da una considerable credibilidad.) El ejecutivo de Google Eric Schmidt dice que Assange le dijo que hubiera preferido ninguna censura. En diversas ocasiones he afirmado que Julian Assange y Wikileaks deberían tener derecho a las mismas libertades de prensa que el New York Times. Pero no pretendamos que tienen el mismo sentido de la responsabilidad.

    ¿Nuevo tema?

    Pierre Omidyar, tu nuevo patrono, cree que ha visto el futuro del periodismo, y se parece al tuyo. En una entrevista en NPR, Omidyar dijo que “la confianza en las instituciones se viene abajo” y ahora “las audiencias quieren conectar con las personalidades.” Está construyendo una constelación de estrellas, solistas “alimentados de pasión”, cruzados investigadores. Sé que no hablas por Omidyar, pero tengo algunas preguntas sobre cómo es este nuevo mundo.

    Primero, se ha convertido en un cliché de nuestro negocio/profesión/arte que los periodistas deben crearse su propia “marca.” Pero el periodismo, especialmente la parte más dura, como el periodismo de investigación, se beneficia inmensamente del apoyo institucional, como la plantilla técnica, que sabe sacar el mayor partido de una base de datos, los editores y verificadores de hechos que fortalecen las historias, diseñadores gráficos que ayudan a hacer más comprensibles algunos temas complicados, y abogados inmersos en leyes relacionadas con la libertad de la información y la Primera Enmienda. En la cobertura de Snowden tú trabajaste en la estructura institucional de The Guardian y, durante un periodo corto de tiempo, en The Times. Entonces, ¿qué es tan diferente en este nuevo proyecto? ¿Es simplemente una institución periodística con otro nombre?

    Segundo, en una entrevista con mi viejo amigo David Cay Johnson dijiste que la cobertura sobre gobiernos y otras grandes instituciones está a punto de transformarse radicalmente por la ubicuidad de los contenidos digitales. Los gobiernos y las empresas dependen de vastos depósitos de información. Todo lo que hace falta, decías, es acceso y una consciencia preocupada para crear un Edward Snowden o un Bradley Manning. Pero me parece a mi que falta una cosa más: una disposición a arriesgarlo todo. Manning está cumpliendo una condena de 35 años de prisión por las revelaciones de Wikileaks, y Snowden se enfrenta a una vida en el exilio. Las mismas herramientas digitales que permiten filtrar facilmente hacen que sea dificil evitar ser capturado. Esa es una razón por la cual, pienso, la inmensa mayoría del periodismo de investigación todavía lo realizan periodistas que cultivan fuentes fiables durante meses y años, no de personal interno que de repente decide confiar en alguien que no ha conocido nunca para entregarle un pendrive lleno de secretos. ¿Crees realmente que Snowden y Manning representan el futuro del periodismo de investigación?

    Y tercero, ¿será la Nueva Cosa de Pierre Omidyar un monocultivo político, o esperas que haya Glenn Greenwalds de derechas abordo?

Querido Bill

    Para entender lo quiero decir con “nacionalista”, examinemos el ejemplo que hemos tratado: el no-uso de la palabra “tortura” por parte del New York Times para describir técnicas de interrogación de la era Bush. Dices que el uso de esta palabra era innecesario porque las técnicas se describen en detalle. Vale, pero el NYT (junto con otros medios) usaron la palabra “tortura” sin reservas para las mismas técnicas cuando fueron usadas por paises que son adversarios de Estados Unidos. Eso es lo que quiero decir con “nacionalismo”: tomar decisiones periodísticas para comportarse como y promover los intereses del gobierno estadounidense.

    No utilizo el término peyorativamente (al menos no completamente), solo descriptivamente. Demuestra que todo periodismo tiene un punto de vista y una serie de intereses, incluso si se intenta ocultarlos.

    Sobre la diferencia entre Wikileaks y NYT: The Guardian (junto con NYT) mantiene una amarga y larga disputa con Assange (una vez que terminaron de beneficiarse de sus documentos), asi que personalmente no asumiría su credibilidad en disputas sobre lo que se dijo o no se dijo en privado. Por lo que he visto, ni Assange ni Wikileaks tienen el más remoto deseo de poner en peligro a gente inocente. Todo lo contrario: han tratado diligentemente de censurar los nombres de inocentes, y buscaron las aportaciones de la Casa Blanca antes de publicar (lo cual fue inexcusablemente denegado). También, la única ocasión en que un gran lote de documentos sin censurar fue publicado fue cuando, irónicamente, el periodista que mencionas [David Leigh] (no uno relacionado con Wikileaks) publicó la clave que daba acceso al archivo en su libro.

    Pero volviendo la idea general: incluso si uno asumiera que la transparencia agresiva de Wikileaks podria dar como resultado excesivas revelaciones (proposición que yo rechazo), la postura más progubernamental de NYT y medios similares a menudo produce un periodismo bastante nocivo. No fue Wikileaks quien lavara en su portada declaraciones oficiales falsas sobre las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein y su alianza con Al Qaeda bajo la apariencia de “noticias” para ayudar a iniciar una guerra atroz. No es Wikileaks quien da de forma rutinaria anonimato a funcionarios del gobierno permitiéndoles esparcir mitologías glorificadoras de sus líderes o calumnias bastante tóxicas contra críticos del gobierno sin ningun tipo de responsabilidad.

    No es Wikileaks quien imprime acusaciones increiblemente incendiarias sobre filtradores estadounidenses sin la mas mínima evidencia. Y no fue Wikileaks quien permitió que los estadounidenses votaran de nuevo a George Bush cuando sabía, pero ocultaba, que eran espiados de una forma explicitamente prohibida por la ley.

    Continuará

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